domingo, 12 de mayo de 2019

Competencia perfecta: un ideal muy lejos de volverse realidad



En un mercado con competencia perfecta, ninguno de los agentes puede influir en el precio del bien o servicio, es decir, tanto los vendedores como compradores son aceptadores de precio. Ver referencia

Las condiciones para competencia perfecta son muy ideales, y no se dan con frecuencia en la realidad. Una de las condiciones de la competencia perfecta es que haya un producto homogéneo y poco diferenciable entre competidores. De esta forma el comprador tiene múltiples alternativas de proveedores a los que comprar el producto, disminuyendo, en consecuencia, el poder de los proveedores y aumentando, en términos relativos, su propio poder negociador. Sin embargo en la práctica esta condición ideal no se da, salvo en los mercados de commodities, tales como minería, forestal, energía y recursos naturales en general.

Esta condición de tomadores de precio, limita el accionar de estas empresas. Para poder ejercer cierto control sobre su utilidad, a ésta no le queda más que controlar la cantidad producida y en alguna medida los costos de producción. Pero, dado que no necesita diferenciarse, la competencia tiende a ser menos relevante. De hecho, habría incentivos  a la colusión con los "competidores" acordando cuotas de producción, para aumentar el precio en función de la contracción de la oferta, lo cual es ilegal. El asociarse en supply chain, por otro lado, no es ilegal. De esta forma se podría mejorar el poder de negociación como comprador y así reducir los costos de operación, lo que beneficiaría a todos los compradores.

Pero para capturar beneficios, no es necesario asociarse con las empresas. Aplicando un simple concepto de la condición de competencia perfecta en la forma de comprar, puede lograrse un gran ahorro en los costos: commoditizar los bienes y servicios a adquirir. En bienes, que son tangibles, el problema está resuelto mediante plantillas de atributos específicos, o al menos en proceso gradual de resolverse, con especificaciones cada vez más detalladas y normalizadas, para facilitar la comparación y commoditización. En servicios, el problema es más complejo, pues se trata de intangibles, con muchos atributos no bien especificados ni fáciles de medir.

Sin embargo, vale la pena asumir el desafío, pues si como compradores no commoditizamos los servicios que contratamos, cada proveedor puede establecer una relación monopólica. Es complejo explicitar y medir atributos. Si ese atributo es algo tan difícil de medir como la empatía con el cliente, ¿qué hacemos? ¿Una escala de qué tipo? ¿De 0 a 100, según encuesta online que contestan los usuarios? Habría que encontrar una muestra representativa de clientes. Un  lío de administrar.

Es complejo commoditizar los servicios, salvo excepciones, como el hosting, la banda ancha, los seguros automotrices o los créditos hipotecarios. Pero no por ello se debe claudicar. La forma de obtener mejores servicios del mercado es haciendo competir a los oferentes y eso se logra commoditizándolos. Así por ejemplo, el estado chileno definió la CAE (Carga Anual Equivalente) para comparar las alternativas de créditos ofrecidos por distintas entidades financieras.

La idea es ponerse de acuerdo entre todos para estandarizar esas plantillas de atributos. Que los proveedores compitan en mejorar esos atributos u ofrecer otros que puedan ser valorados por el cliente. Que la relación no dependa de si es monopólica o no, sino de quien me da el mejor servicio. Difícil hacerlo, pero se pueden identificar normas como ISO y otras, que dan más elementos de análisis, aún con todas las imperfecciones e incentivos perversos que estos estándares pudieran incluir. Hay categorías mínimas para comparar cosas similares, una taxonomía es un elemento al que podemos acudir hoy. Las plantillas de atributos, aun no. Si pretendemos que los robots contraten servicios, deberemos ser capaces de identificar y caracterizar esos servicios, de manera que los robots los puedan analizar, comparar, y definir cuál es la mejor oferta para mis necesidades.